jueves, abril 15, 2010

Las causas de la codependencia

En todas las familias existe cierta disfuncionalidad en mayor o menor grado. Alrededor de 100 millones de personas en EE.UU. tienen problemas de codependencia. A menudo las personas codependientes han sido objeto de algún tipo de abuso físico o verbal, o sufrieron el abandono de uno de sus padres o de ambos, ya sea físico o emocional. El codependiente busca alivio en alguna adicción para "anestesiarse" ante su dolor. A veces lo hace a través de relaciones personales disfuncionales y muchas veces dañinas; o mediante adicciones al dinero, el sexo, la ira, las drogas, la bebida, etc. El codependiente está atado a lo que le sucedió en su familia de origen y se siente internamente torturado por ello, aunque la mayoría de las veces no se da cuenta de lo que le está sucediendo.

Cada uno de nosotros tenemos una necesidad innata de recibir amor. Los consejeros de la Clínica Minirth-Meier en California le llaman a esta necesidad "el tanque del amor". Al nacer el niño, ese tanque está vacío. Si los padres son personas emocionalmente sanas cuyos tanques de amor están llenos, pueden llenar el tanque de sus hijos y estos crecerán y se desarrollarán psicológicamente sanos. Sin embargo, si uno de los padres o ambos no tenían lleno su propio tanque, lo más probable es que el niño no reciba suficiente amor porque su padre o su madre no lo tuvieron para darlo. Esta falta de amor deja cicatrices en el alma de los niños que llevan a ciertos comportamientos disfuncionales en la adultez, tal como la codependencia. El codependiente no puede dar lo que no recibió, por lo tanto, la codependencia se convierte en un círculo vicioso que continúa de generación en generación si no se busca ayuda.

Los niños de familias disfuncionales crecieron sin haber escuchado mensajes importantes de sus padres tales como ; "eres muy inteligente", "estás haciendo un buen trabajo" o "gracias mi amor, agradezco mucho tu ayuda." Debido a ello al crecer se sienten abandonados, tienen baja autoestima y buscan la aprobación de otras personas para sentirse mejor consigo mismos. A veces su hambre de amor y aprobación son tan grandes al llegar a la adolescencia o la adultez, que están dispuestos a soportar cualquier cosa, con tal de recibir aunque solo sean "migajas" de cariño y atención.

Nota: Este escrito se basó en información obtenida del libro "Love is a Choice", de los doctores Robert Hemfelt, Frank Minirth y Paul Meier, psicólogos y/o psiquiatras de la Clínica Minirth Meier New Life Clinic (Tel: 1-800-NEW-LIFE), y/o de la Clínica Minirth (Tel: 1-214-669-1733).

Los límites y cómo establecerlos
Los límites emocionales nos capacitan para protegernos y nos permiten conocernos mejor a nosotros mismos. Por lo tanto, nos ayudan a relacionarnos con los demás. El poner límites nos ayuda a asegurarnos de que nuestro comportamiento es apropiado e impide que ofendamos a los demás o seamos abusados. Si hemos establecido límites normales, nos damos cuenta cuando estamos siendo maltratados. La persona que no ha puesto límites no se da cuenta de que está siendo abusada física, emocional o intelectualmente. Lamentablemente, los codependientes y especialmente los hijos de alcohólicos adultos y las personas que están siendo abusadas, permanecen en relaciones abusivas porque no han establecido límites a su comportamiento o al de los demás. Para poder recuperarse y recobrar su identidad y su autorespeto, estas personas necesitan establecerlos.

Los padres deben de ayudar a sus hijos a aprender a establecer límites desde que son pequeños. La forma en que un niño aprende es diciendo que no a veces, lo cual le ayuda a establecer su identidad personal. Los padres normales comprenden que las necesidades y los sentimientos de sus hijos deben de ser respetados. Sin embargo, en las familias disfuncionales (como por ejemplo cuando hay adicción), la atención la recibe la persona enferma o adicta y sus hijos amoldan su comportamiento para complacer a esa persona o para evitar disgustarle. Cuando los niños se enfocan en sus padres, pasando por alto sus necesidades y sentimientos, no adquieren los recursos necesarios para poder reconocer sus propios sentimientos, saber lo que piensan, quienes son, o para aprender a comportarse en ciertas ocasiones. Esto es precisamente lo que hace que la persona no tenga o ponga límites y se convierta en una codependiente.

En muchos casos los hijos de los alcohólicos temen las consecuencias si se niegan a hacer algo que ellos consideran injusto o inapropiado. Debido a esto quizás jamás aprendan donde terminan sus límites y comienzan los de los demás.

Los padres y las madres no violan deliberadamente los límites de sus hijos; lo hacen porque no tienen un claro sentido de su propia identidad o no comprenden la importancia de enseñar a sus hijos a poner límites. Cuando nuestros límites emocionales son violados, nos sentimos devaluados como personas y no podemos aceptar o dar amor de una forma normal y adecuada. Construimos muros en lugar de límites, e inclusive rechazamos los halagos que nos hacen y dudamos de cualquier persona que esté tratando de acercarse a nosotros.

La manera de comenzar a establecer o reconstruir nuestros límites emocionales es prestarles atención a nuestros sentimientos de verguenza. Si la sentimos con ciertas personas, nos debemos de preguntar si nuestros límites están siendo violados y examinar nuestros sentimientos para poder saberlo. Si nos damos cuenta de que alguien los ha violado, debemos de decirle a esa persona que no podemos relacionarnos con ella porque nos sentimos mal, aunque en ese momento todavía no sepamos el por qué.

Es imprescindible que aprendamos a valorarnos a nosotros mismos y a consolar y cuidar al niño que todos llevamos adentro. Si los sentimientos de temor, ira o dolor nos agobian, debemos de buscar ayuda profesional. De ese modo conoceremos su origen y aprenderemos a cuidarnos, a valorarnos, y a establecer límites. Escribir en un diario por ejemplo, puede ayudar a las personas a conocerse mejor y saber lo que les gusta o disgusta y lo que desean llegar a ser.

A veces los límites espirituales han sido violados por padres que hacían afirmaciones a sus hijos tales como:

"Te vas a ir al infierno por pensar de esa manera."
"Dios te va a castigar por haber hecho eso."

Afirmaciones como estas ponen una idea errónea de Dios en la mente del niño, y le inspiran un temor que le impide crecer espiritualmente. Los padres son la imagen de Dios para sus hijos. Si los rechazan o los maltratan, les será muy difícil a estos creer que Dios es amoroso y bueno, puesto que aprendieron muy poco de sus padres sobre lo que es el amor, la bondad o el consuelo. El niño necesita todos estos para poder crecer y madurar normalmente.

Establecer o reparar los límites espirituales toma tiempo y paciencia, pero con la ayuda de Dios todo es posible. Recordemos siempre estas afirmaciones:

"Soy un hijo (o hija) amado(a) por Dios."
"Me está permitido equivocarme."
"Estoy protegido(a) y apoyado(a) por las amorosas manos de Dios."

Cuando comenzamos a establecer límites a veces encontramos oposición en los que están más cerca de nosotros, especialmente aquellos que violaron nuestros límites. Quizás hasta nuestra relación con ellos se deteriore temporalmente. Sin embargo, con el tiempo, según vayamos sanándonos, probablemente nuestras relaciones mejorarán.

Nadie más que nosotros mismos puede establecer los límites que necesitamos tener. El hacerlo quizás requiera ayuda o guía profesional; pero la responsabilidad total por hacerlo la tenemos cada uno de nosotros, individualmente.

Nota: Este escrito se basó en la información obtenida del folleto "Boundaries for Codependents" publicado por Hazelden, cuya autora es Rokelle Lerner. Ella es miembro de la Organización nacional de hijos adultos de alcohólicos y da conferencias internacionales sobre cómo ayudar a las familias en las cuales existe el alcoholismo.

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